viernes, 4 de febrero de 2022

La alimentación de los jóvenes (2A)

En el periodo entre la adolescencia y la vida adulta las personas adquieren cada vez más autonomía. Se ha comprobado científicamente que, hoy en día, los jóvenes alcanzan esta autonomía mucho antes que en el pasado. 
Esta capacidad de decisión en los asuntos personales tiene consecuencias en muchos aspectos de la vida, y entre ellos, el de la alimentación: los jóvenes cada vez deciden antes que quieren comer. Y no tan solo deciden qué comer, sino también dónde, cómo y cuándo quieren comer. 

En algunos casos, esto puede provocar un caos alimentario que tiene como consecuencia algunos desequilibrios en la alimentación, puesto que con frecuencia los adolescentes son especialmente vulnerables y fáciles de influir en sus hábitos de alimentación. Además, a esto hay que añadir una amplia oferta de alimentos no saludables, acompañada de mucha publicidad, y también un excesivo culto al cuerpo, que ya se observa en niños de entre 8 y 9 años. 
Debido a todo ello, en esta etapa de desarrollo y crecimiento está aumentando el problema de la obesidad, con todas las consecuencias en la salud que ello comporta en la etapa adulta (diabetes, hipertensión, enfermedades cardiovasculares...); además, también están muy presentes los trastornos del comportamiento alimentario, como la anorexia o la bulimia.

Los jóvenes cada día son menos deportistas, pasan su tiempo de ocio delante del ordenador, o con el teléfono móvil, y olvidan la importancia de la actividad física. Practicar con frecuencia algún tipo de deporte sería una buena costumbre que puede favorecer su salud, su autoestima y su relación con otros compañeros.
Por otro lado, un problema importante en la alimentación de muchos jóvenes es el consumo de muchos refrescos, productos que tienen grandes cantidades de azúcar, que en realidad no necesitan. La principal bebida debe ser el agua, de la que se recomienda beber unos dos litros al día.
A los jóvenes les gusta también comer en restaurantes de comida rápida, pero tienen que aprender que hay otras alternativas a las patatas fritas y las hamburguesas, sobre todo porque las patatas fritas, las palomitas, y las galletas saladas -por ejemplo- aportan una gran cantidad de calorías excesiva, y hay que aprender a consumirlas con moderación.
No hay que ser alarmistas: no existen los alimentos buenos ni malos, pero sí hay alimentos que se deben consumir en mayor cantidad o más a menudo, como son las frutas, verduras, legumbres y pescado, que tienen una presencia muy reducida en la dieta de los jóvenes. También es importante no comer entre horas, y hacer todas las comidas del día sin olvidar el desayuno, porque así se favorece el mantenimiento de un peso correcto.
La alimentación monótona es aburrida, por eso los jóvenes deben saber que hay una gran variedad de alimentos que se pueden descubrir y combinar con resultados sorprendentes. Para ello, es muy importante la labor de los padres, que deben ofrecer a sus hijos una dieta equilibrada durante su infancia y juventud, para así tener una buena salud no solo en el presente, sino también en el futuro.