lunes, 11 de noviembre de 2024

El nuevo viaje empieza en una estación (3A)

En estos tiempos en los que viajar se parece más trasladarse de un lugar a otro que recorrer un camino, muchos jóvenes ven en los trenes un medio de transporte que les ofrece disfrutar de una experiencia “nueva” de viaje. Inevitablemente esta tendencia vuelve a dar protagonismo a las estaciones. Según datos del Ministerio de transportes y movilidad sostenible, España cuenta con más de 1.400 estaciones repartidas en todo el territorio a lo largo de sus 15.652 kilómetros de red ferroviaria que garantizan tanto itinerarios entre las diferentes comunidades autónomas como el tráfico internacional.

Al viajar en tren las personas transitan por estaciones que en algunos casos son auténticos monumentos dignos de una visita. Algunas son edificios construidos en el siglo pasado e incluso en el anterior, es decir, el XIX. De hecho, por su estilo arquitectónico y ornamental son ejemplares únicos, muy alejados de la homologación de otros lugares similares destinados al tránsito de pasajeros.

Algo más que una estación

En España, sin ir más lejos, hay varias estaciones que forman parte del patrimonio histórico-artístico de la ciudad en la que se encuentran. La mayoría de ellas fueron inauguradas a principios del siglo XX, como la estación de La Concordia (o Concordia Geltokia (1902)) de Bilbao, considerada el ejemplo más significativo del Modernismo en esta ciudad vasca. Al mismo estilo pertenece la Estación del Norte (o Estació del Nord) de Valencia, construida en 1917. En ambas, la belleza de sus mosaicos y la abundancia de cerámica de vistosos colores que decoran la fachada y las paredes las convierte en verdaderas obras de arte.

Otras estaciones de especial interés artístico por sus imponentes estructuras de hierro son la estación de Francia (o Estació de França) de Barcelona construida para la Exposición Universal de 1929, o la estación de Atocha de Madrid, que alberga en su enorme nave central un jardín tropical. Esta última se remonta a 1851, si bien los elementos en hierro que la caracterizan son de finales del siglo XIX.

Un cambio de paradigma

María del Mar, estudiante universitaria española, ha descubierto hace poco el gusto por descubrir y conocer estaciones de tren. Para ella, como explica en su blog, «viajar no es solo ir del punto A al punto B. Es también soñar y mirar por la ventana… No se trata de condenar al avión, sino de pensar en una alternativa que resulta también muy excitante. En algunos países europeos, han limitado el número de vuelos cortos para incentivar el uso del tren cuando existe una línea ferroviaria que llega al mismo destino. A mí no me parece mal: antes no existía el avión y se llegaba a los sitios. Los trenes son más lentos, sí, pero ¿se trata, en realidad, de una desventaja, o todo lo contrario?».

Viajes sostenibles

Concienciados del impacto medioambiental que representan los viajes en avión, son cada vez más los jóvenes que deciden probar cómo será eso de tardar entre seis y ocho horas para recorrer un trayecto que harían en unos 45 minutos (de vuelo efectivo). En el caso de los menos jóvenes, también hay quienes optan por dar un paso atrás y eligen volver a utilizar el tren, sea por responsabilidad ecológica, sea por nostalgia, o por ambas razones.

A diferencia de antes, cuando las locomotoras funcionaban sobre todo con diésel, en la actualidad - según datos aportados por RENFE (Red Nacional de los Ferrocarriles Españoles) - un 80% de los trenes que circulan por las vías del territorio peninsular español son eléctricos. Por su parte, la compañía estatal de ferrocarriles apuesta por alcanzar la sostenibilidad completa para 2030 gracias al empleo de energías limpias.

Por qué preferir el tren

Otra de las consideraciones de los partidarios de una vuelta al tren es que subirse a él supone como mucho unos minutos de cola para acceder al vagón, lo cual no genera el estrés que suponen las colas que se forman en los aeropuertos para llegar al propio asiento: desde la facturación hasta el embarque.

Además, todos coinciden en que la sensación de libertad en las estaciones de tren es mucho mayor, puesto que suelen situarse en el centro de la ciudad, lo que permite dar un paseo por los alrededores, en caso de tener que esperar otro tren, e invita a recuperar el lujo del tiempo y de los espacios cuando viajamos.