En la época precolombina, los habitantes de la isla canaria de El Hierro, los bimbaches, adoraban a un árbol del que misteriosamente manaba agua. En una isla donde el agua era tan escasa que muchas personas llegaron a morir de sed es sencillo imaginar el asombro y la importancia que este árbol tenía para la población. La leyenda dice que la isla solo pudo ser conquistada cuando una princesa bimbache, enamorada de un conquistador, le desveló la ubicación del árbol santo; cuando los españoles se hicieron con el poder del agua, los bimbaches se rindieron. Ahora se conoce que dicho árbol no es otro que el Garoé, que debido a su ubicación en la cabecera de un barranco de la localidad de San Andrés, captaba y sigue captando con sus ramas y hojas el agua de niebla. Este singular lugar donde se conservan los huecos excavados a los pies del árbol llenos de agua, de los que se abastecían los bimbaches, hoy puede ser visitado.
Tomando la idea del Garoé, dos emprendedores canarios han comenzado a embotellar agua de las nieblas, producidas normalmente por nubes bajas que impactan contra la montaña, y captada mediante la colocación de mallas especiales. Estas mallas retienen las minúsculas gotas de agua que flotan en el aire imitando el proceso que realizan las copas de los árboles y que da lugar al fenómeno conocido commo "precipitación horizontal".
Es una técnica estudiada desde hace más de 50 años en muchos lugares del mundo y que permite el aprovechamiento de este recurso hídrico sostenible. Fue en Chile, y más concretamente en el desierto de Atacama, donde se comenzó a investigar y a desarrollar instrumentos de captación sobre todo entre los años 1960 y 1980. Así surgieron "atrapanieblas" planos o de tipo chileno, que se han venido utilizando hasta la actualidad.